escribo y exploro y leo poesía.

lunes, abril 13, 2009

Detective en versión sueca.


Henning Mankell tiene que ser uno de los mejores escritores de novela policiaca actualmente. Es curioso que se trate de un sueco pero, pensándolo bien, debe haber algo en la naturaleza de esas personas que viven tantos días de su vida en el frío que los haga tener la sangre caliente, como para disfrutar del crimen. A él lo descubrí por una novela que se llama el cerebro de Kennedy y a partir de ahí me volví adicto a su trabajo. Hay otro sueco, Stieg Larsson, del que también creo haber hablado antes en el blog y que me parece de lo mejorcito que he leído actualmente. Pero volviendo al caso de Mankell, lo que me encanta es que su personaje central (en la mayoría de sus novelas) está muy bien trabajado. Es una persona de carne y hueso que te la crees. No como la mayoría de los detectives o inspectores de policía que protagonizan novelas y que son generalmente seres cuasi perfectos que le entregan su vida por completo a la resolución de los extraños casos que les pone la vida enfrente. Kurt Wallander es el personaje del que hablo. En cada una de las novelas de Mankell que él protagoniza, nos enamoramos más y más de él. Sobre todo de sus debilidades. Es un alcohólico en potencia, un hombre divorciado que se siente solo, que tiene problemas para comunicarse con su padre, con su ex esposa y con su hija. Pero también tiene momentos de lucidez en los que habla de las verdades más verdaderas de la vida como si se estuviera psicoanalizando a sí mismo. Eso me gusta. Me gusta también que siempre está preocupado por su futuro, que duda a cada instante acerca de su trabajo y de lo que hace para ganarse la vida. Me gusta que es intenso, que se entrega profundamente a cada caso como si fuera la verdadera razón de su existencia. Ser equivoca, y mucho, y eso me parece increíble porque lo vuelve todavía más parecido a gente como yo que nos equivocamos a cada rato. Wallander no sabe nunca a dónde va ni de dónde viene. Se ve siempre involucrado casi siempre en situaciones que tienen repercusiones internacionales a pesar de que todos los asesinatos que tiene que resolver suceden en ese pequeño pueblo sueco de Ystad donde vive. Eso es a lo mejor un reflejo de las preocupaciones de su autor, un dramaturgo casado con la hija de Bergman que vive la mitad del año en Suecia y la otra mitad en Mozambique. Acabo de terminar de leer dos novelas de él en este fin de semana largo de vacaciones (One step behind y Firewall). Ambas me tuvieron absorto, no comía, no dormía, no hacía otra cosa que leer y dejarme llevar por la emoción. El lenguaje de Mankell es directo y poderoso, eficiente y eficaz. Eso me parece tal vez lo más delicioso porque la acción y los pensamientos de Wallander se iban metiendo poco a poco en mi cerebro para producir extrañas reacciones químicas de placer que me mantuvieron en un estado maravilloso de excitación mental. He leído que hay varias películas basadas en sus libros pero espero no encontrarme nunca con una de ellas porque sé que me van a dar unas ganas brutales de verlas y no quiero que nadie se meta con la imagen que tengo de ese inspector policiaco que tan entrañable se ha vuelto para mí. En fin, lo recomiendo mucho, por supuesto. Y recomiendo comenzar leyendo Asesinos sin rostro, la primera novela de la serie, porque sí es importante ir conociendo a Wallander poquito a poco para vivir con él las transformaciones que van sufriendo su vida y su personalidad con el paso de los años y de las emociones que siente. Creo que no me he encariñado tanto con un personaje hace tiempo. NI siquiera Maigret, el de Simenon, me parece tan familiar. Y eso que estamos hablando de palabras mayores. Por cierto, hay una página oficial de Mankell, para quien quiera saber más. Este es el enlace.

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