escribo y exploro y leo poesía.

viernes, enero 29, 2010

La conquista del Amazonas y las amazonas.


Hace un par de posts les contaba acerca de un libro que estoy leyendo que es el de “Rivers of Gold” de Hugh Thomas, el historiador inglés. Parece ser que el tema se me ha convertido en una obsesión o que, por alguna extraña razón del destino que aún no alcanzo a descifrar, es necesario para mí leer acerca de la conquista para reconciliarme con algo. No lo sé. Lo que sí sé bien es que estoy gozando mucho con todos los libros que están cayendo en mis manos este principio de año.
El país de la canela, de William Ospina es el último que leí, mientras acabo el de los ríos de oro. Y lo curioso es que también se trata de un río: el más grande de todos. Esta es la novela, narrada por un hijo de español e indígena en tiempos de la conquista de Sudamérica, acerca del descubrimiento del Amazonas y del primer viaje a través de esa extensa, misteriosa, fascinante y peligrosísima extensión de agua. Me pareció delicioso. Y aterrador. La verdad es que la conquista, como me imagino que todas las guerras, estuvo llena de actos tremendos, crueles y casi que hasta sádicos. También de traiciones.
La conquista del Perú, tan similar a la de México, se narra como de pasada, pero uno puede adivinar que las masacres estuvieron de a peso. Y que la traición era la moneda de cambio. No sólo de los españoles a los habitantes de las tierras a las que acababan de llegar sino también entre ellos mismos. Es como si nadie pudiera ser leal a nadie. Ni siquiera a aquello en lo que creían cuando zarpaban para cruzar el mar.
En el viaje de Orellana por el Amazonas hubo muchos muertos, mucha sangre y muchas pequeñas tragedias. Lo que más me gustó de todo fue escuchar la voz de uno de esos hombres. Porque de pronto te das cuenta de que, también, ellos estaban aterrados y actuaban muchas veces sin siquiera pensar en lo que hacían. La narración es toda en primera persona, lo que te acerca mucho al personaje. Y es, en realidad, una advertencia que escribe el protagonista, cuando ya toda su vida ha pasado y se ha codeado con los Pizarro, con el mismo Orellana y hasta con los cardenales en Roma que escuchaban asombrados su historia pero sólo se preocupaban por saber cómo eran esas mujeres, las amazonas, que le dieron su nombre al río. La advertencia se la hace a un joven que, lleno de ambición, quiere también perderse en esa inmensa selva de la que nadie sale incólume, como del libro.

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