escribo y exploro y leo poesía.

sábado, abril 25, 2009

un oso flojo, en la ciudad de México. ¿Será la influenza?


Pues sí, ayer, viernes 24 de abril, mientras muchos de nosotros nos cubríamos con un pedazo de tela azul la mitad de la cara en espera de que ese simple gesto nos protegiera de la hecatombe viral, este oso se echó a descansar al lado de la máquina que usan para la construcción y que no sé bien para qué sirve aunque siempre hay una afuera de los terrenos donde trabajan albañiles sucios, empolvados y sudorosos.

Noten que lleva un traje azul de obrero. Un poco sucio, es verdad, pero al fin y al cabo es un oso que se debe dedicar a estas cosas de derrumbar edificios y así. No sé si pertenezca al capataz, a un carpintero, al herrero o al hijo del que maneja la máquina para tumbar paredes que también, quién sabe cómo se llame.

Me parece que sólo en la ciudad de México es posible encontrar cosas así, tan extrañas como este oso de peluche abandonado junto a la obra. Y en estas épocas de influencia y emergencia sanitaria, mientras uno camina temeroso por la calle, la verdad es que se agradece enormemente la sonrisa. Aunque sea leve, como los poemas de Pessoa.

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