En el infinito silencio
de las horas que no han transcurrido
miro mi cuerpo, desde lejos,
como un ave de presa.
Me deseo devorar el alma
con hambre intensa
y los labios, los labios,
quiero besarlos
en el desesperado intento
del amante que se marcha
por retener, en ese gesto,
todos los recuerdos
y los aromas
de la pasión extinta.
escribo y exploro y leo poesía.
miércoles, septiembre 14, 2011
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