escribo y exploro y leo poesía.

jueves, mayo 04, 2023

Narración breve número no sé cuántos

 Caminó con prisa pues sabía que alguien la espiaba aunque no lo viera. De manera discreta volteó a derecha e izquierda y no encontró sombra, reflejo en escaparate, movimientos inesperados. Recorrió el callejón y alcanzó el auto que la esperaba. Subió. Los rasgos y la voz de Antoine, su conductor, la tranquilizaron. Estaba en casa. Suspiró con alivio.

La noche había sido vertiginosa: voces, rostros, la cara de la princesa tan cerca de la suya que habría podido besarla, un cuerpo joven y firme a su lado, gritos, música. Estaba sola ahora. El pasillo largo y con esquinas absurdas. Puertas. La de la derecha como le habían dicho, un salón.

La caja fuerte no opuso resistencia.

Con el botín en su poder corrió de regreso, la perseguían. Sintió los pasos ajenos en el centro de la cabeza y cómo retumbaban para aturdirla. Resistió. Subió escaleras, bajó escaleras, cruzó los patios. Y cuando pensaba que era inevitable que la alcanzaran, ocurrió, milagro, la vía de escape solucionada.

Satisfecha y con las joyas en el bolsillo, en la seguridad del auto, dejó que las palabras de Antoine la adormecieran. Mañana entregaría el anillo y la pulsera a su legítimo dueño, la satisfacción del deber cumplido.

No podía imaginar lo que iba a ocurrir cuando llegara a su casa. La estaban esperando. Se le abalanzaron encima y en pocos segundos la dejaron inmóvil. Amordazada. Un hombre le mostró las joyas con furia. Como si fuera un asunto personal. Ella sonrió.

La abofetearon.

Ahora espera, atada, tiritando de frío, en un rincón de una bodega anónima. Alguien vendrá tarde o temprano. La llevarán en ancas, le atarán a las piernas unas piedras pesadas, la tirarán al agua, la mirarán hundirse y ella, ella, sólo podrá pensar en el anillo, en la pulsera, en ese pozo en el que se terminará hundiendo.

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